La otra cara de la luna

Esta comedia dramática histórica tiene corazón, humor y dos protagonistas encantadores. En su segundo largometraje como director, Greg Berlanti, a partir de un guión de Rose Gilroy, mezcla una comedia romántica de época en el lugar de trabajo con un drama histórico sobre la carrera espacial y una comedia dentro de otra película. Aunque no todos los aspectos de La otra cara de la luna funcionan igual de bien -el romance pasa mucho tiempo en un segundo plano mientras Kelly y Cole corren de un lado a otro apagando incendios figurados (y a veces literales)-, en general se trata de una película divertida y sorprendentemente graciosa (esto último sobre todo gracias a Jim Rash, que interpreta a Lance, el director hilarantemente exigente que Kelly contrata para preparar el falso aterrizaje). Tatum es creíble como piloto militar convertido en director de lanzamiento de la NASA, cuyo sentido del honor choca frontalmente con la capacidad de Kelly para mentir (ya sea sobre su nombre, su alma mater, su acento o prácticamente cualquier cosa) para conseguir lo que quiere. Además de Rash, que es un talentoso actor cómico, entre los personajes secundarios destacan Harrelson como el sabelotodo y agente de Nixon que dice "esto nunca ocurrió"; Ray Romano como el segundo al mando de Cole; y Anna Garcia como la joven y progresista ayudante de Kelly, Ruby.

La otra cara de la luna no es una película para ver por su precisión histórica en lo que respecta a la Guerra Fría, lo que ocurrió y lo que no ocurrió antes del lanzamiento del Apolo 11 o la historia de la NASA. Para eso hay muchos otros dramas biográficos e históricos. Y, sí, es un poco extraño jugar con una teoría conspirativa real sobre el alunizaje, pero eso forma parte del humor. Esto no es Apollo 13 ni The Right Stuff, ni pretende ser ese tipo de drama basado en hechos reales. Francamente, las únicas mujeres que aparecían en esas películas eran esposas comprensivas, así que hay cierta alegría en una que se centra en una mujer pionera (aunque ficticia) cuyo atractivo es tan amplio y cuya inteligencia es tan aguda que (casi) siempre puede salirse con la suya. Para disfrutar de un poco de historia en una comedia romántica, ésta es una ganadora.